Por FrAncisco SilvÁn CorrAl – Diseñador de interiores en Madrid
En cada proyecto hay una idea que se dibuja, una emoción que se quiere provocar y un espacio que debe construirse con precisión y humanidad. Como diseñador, sé que esa transformación no sería posible sin personas que ejecutan con responsabilidad, energía y corazón.
En uno de mis últimos proyectos – una cafetería pensada para transmitir calidez, orden y cambio radical del espacio y de sus ocupantes – tuve la suerte de contar con Daniel, de Laudasu S.L.U. un joven constructor, implicado y con ganas de crecer, lideró el proceso con cercanía y exigencia. Él y su equipo se esmeraron en cada detalle, y el resultado lo demuestra.
Hoy comparto la mirada. Porque detrás de cada espacio bien construido, hay una forma de estar que merece ser contada.
¿Cómo describirías tu manera de trabajar cuando estás en una obra?
En cada obra me gusta estar presente y pendiente de cada detalle. No concibo dirigir a distancia: prefiero involucrarme, coordinar personalmente y asegurarme de que todo funcione como un equipo bien engranado. Me caracterizo por ser organizado, exigente y cercano, porque sé que un buen ambiente de trabajo se refleja directamente en la calidad del resultado final, ya sea en una vivienda o en un hotel donde cada minuto cuenta y cada acabado habla de la experiencia del cliente.
¿Qué papel juega el buen corazón en tu día a día como profesional?
El buen corazón es un valor que intento aplicar en todo momento. Tratar bien a clientes, arquitectos, trabajadores y colaboradores genera confianza y crea relaciones sólidas. En proyectos de hostelería, donde hay agentes implicados y los tiempos son ajustados, esa confianza es clave. Escuchar, ser justo y ayudar cuando es necesario no solo mejora el entorno laboral, también fortalece la imagen de la empresa y la satisfacción de quienes confían en nosotros.
¿Crees que la buena energía puede transformar el ambiente de trabajo? ¿Alguna anécdota que lo demuestre?
La buena energía tiene un impacto real en el día a día. Recuerdo una obra en la que había bastante presión por los plazos. En lugar de aumentar la tensión, reuní al equipo para agradecer su esfuerzo y marcar objetivos claros desde la calma. El ambiente cambió por completo: la motivación creció, la colaboración fluyó y conseguimos recuperar el tiempo. Esa experiencia confirmó que un liderazgo positivo transforma el trabajo y los resultados. En hostelería, donde el cliente final busca emoción y confort, esa energía también se transmite en el resultado.
¿Qué significa para ti ser responsable en una obra?
Para mí, ser responsable en una obra significa asumir cada proyecto como si fuera propio. Implica cumplir plazos, cuidar la calidad en cada detalle y responder con seriedad ante cualquier situación. En hoteles o restaurantes, la responsabilidad se multiplica, porque cada día de retraso afecta a la operativa y a la imagen del negocio. La responsabilidad también está en anticiparse a los problemas, mantener una comunicación clara con clientes y colaboradores, y garantizar que todo el equipo trabaje alineado hacia el mismo objetivo.
¿Cómo manejas los imprevistos sin perder la calma ni la energía positiva?
En la construcción, los imprevistos forman parte del día a día. Lo importante es mantener la serenidad para analizar la situación con claridad y encontrar soluciones rápidas y efectivas. Prefiero transmitir calma al equipo y actuar con decisión, porque cuando el líder mantiene la energía positiva, el resto del equipo también se contagia de esa actitud. Resolver desde la tranquilidad genera mejores resultados que reaccionar con nerviosismo. Esto es especialmente importante en hostelería, donde los tiempos son críticos y la presión constante.
¿Qué valores consideras esenciales para que un equipo funcione bien?
Para que un equipo funcione, considero fundamentales la confianza, la comunicación y el respeto mutuo. Cada persona aporta algo importante, y cuando todos se sienten escuchados y valorados, el trabajo fluye de manera natural. También creo en la importancia de la responsabilidad individual y el compañerismo: en obras de hoteles, donde hay que coordinar con diseñadores, técnicos, proveedores y dirección, estos valores son la base para que todo encaje.
¿Has sentido alguna vez que tu forma de trabajar influye en el bienestar del cliente?
Sí, absolutamente. Desde el primer contacto hasta la entrega final, la manera en que gestionamos una obra marca la experiencia del cliente. Cuando hay organización, transparencia y un trato humano, el cliente se siente acompañado y tranquilo. Mi forma de trabajar busca precisamente eso: que cada persona confíe en que su proyecto está en buenas manos y pueda disfrutar del proceso sin preocupaciones. En hostelería, esto se nota aún más: cuando el cliente ve que todo está cuidado, que hay orden y humanidad, se siente acompañado y tranquilo.
¿Qué te emociona más: terminar una obra o ver cómo la viven quienes la habitan?
Sin duda, lo que más me emociona es ver cómo la gente empieza a vivir el espacio. Terminar una obra es un logro técnico, pero cuando ves la cara de satisfacción de una familia al entrar por primera vez o de un cliente que ve hecho realidad lo que imaginaba, eso no tiene precio. Es en ese momento cuando todo el esfuerzo cobra sentido.
¿Crees que los espacios construidos con respeto y buena energía se sienten diferentes?
Sí, lo creo firmemente. Cuando una obra se hace con cuidado, respeto por el entorno y buena energía entre las personas que participan, el resultado se nota. Los espacios transmiten algo más que estética: transmiten armonía. Construir con esa actitud genera lugares que se disfrutan de verdad, porque están hechos con profesionalidad, pero también con alma. En hoteles, esto se traduce en atmósferas que invitan a quedarse, que transmiten paz y profesionalidad. Los espacios no solo se ven: se sienten.
¿Qué te llevó a dedicarte a las obras?
Desde pequeño he estado muy cerca de este mundo. Crecí viendo cómo se levantaban proyectos desde cero, cómo con trabajo y constancia se podía transformar un espacio vacío en un lugar lleno de vida. Con el tiempo, esa curiosidad se convirtió en vocación. Me atrajo la idea de crear algo tangible, duradero, que quedara como huella de un buen trabajo hecho con dedicación.
¿Qué has aprendido de ti mismo a través de este oficio?
He aprendido que la paciencia, la constancia y la capacidad de adaptarse son fundamentales. La construcción te pone a prueba cada día: surgen retos, cambios y decisiones importantes que requieren templanza. También he descubierto que me motiva ver crecer un proyecto paso a paso, y que disfruto liderar equipos desde la cercanía, no solo desde la exigencia. En espacios de hostelería, donde cada detalle cuenta, esta forma de liderar marca la diferencia.
¿Qué te hace sentir orgulloso al mirar atrás?
Me llena de orgullo ver todo lo que hemos construido como empresa familiar. No solo hablo de edificios, sino de relaciones de confianza, clientes satisfechos y equipos que trabajan con ilusión. Cada obra terminada es un reflejo del esfuerzo compartido. Mirar atrás y ver cómo hemos crecido, manteniendo nuestros valores intactos, es una de las mayores satisfacciones. Cada obra terminada en un hotel, restaurante o vivienda es un reflejo del esfuerzo compartido.
Si pudieras dejar un mensaje grabado en cada pared que construyes, ¿qué dirías?
Diría: “Aquí se ha trabajado con respeto, dedicación y buena energía.”
Cada pared, cada rincón de una obra representa horas de esfuerzo, coordinación y cuidado. Me gusta pensar que, de alguna forma, todo ese empeño queda impregnado en el lugar, y que quienes lo habiten puedan sentir esa base sólida, no solo físicamente, sino también en lo humano.
¿Qué le dirías a alguien que cree que hacer obras es solo “trabajo físico”?
Le diría que la construcción va mucho más allá de levantar paredes. Es planificación, creatividad, resolución constante de problemas y trabajo en equipo. Requiere visión para transformar ideas en realidades, y sensibilidad para entender lo que cada cliente necesita. Por supuesto hay esfuerzo físico, pero también hay técnica, estrategia y mucha pasión detrás de cada proyecto. En hostelería, además, es crear experiencias que empiezan mucho antes de que llegue el primer huésped.
¿Crees que el resultado de una obra depende tanto de la idea como de la energía con la que se ejecuta? ¿Qué pasa cuando ambas están alineadas?
Sí, sin duda. Una buena idea es el punto de partida, pero la forma en que se ejecuta es lo que marca la diferencia. La energía con la que un equipo afronta cada fase —desde la planificación hasta los últimos detalles— influye directamente en el resultado final.
Cuando la idea y la energía están alineadas, el trabajo fluye, los imprevistos se resuelven mejor y el resultado se percibe no solo en la calidad técnica, sino también en la sensación que transmite el espacio. Es entonces cuando una obra deja de ser simplemente “correcta” para convertirse en algo especial, con alma.
Reflexión
En cada obra, hay una idea que nace… y unas manos que la hacen realidad. Tan importante es quien la piensa como quien la ejecuta. Porque cuando la ejecución se hace con responsabilidad, buena energía y corazón, el pensamiento se vuelve espacio. Y ese espacio vibra, respira, transforma.
Diseñamos contigo. Con visión, con ética, con alma.
FrAncisco SilvÁn CorrAl – adi@arquitecturadeinterior.com – Diseñador de Interiores
Blog – www.ArquitecturaDeInterior.com –
“diseño de restaurantes en Madrid”, “interiorismo estratégico”, “errores al abrir un restaurante”.


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